Siempre
se excusa de manera recurrente la incapacidad de los ciudadanos de comprender a la propia ciudad como tema
político, social, económico y cultural; esta incapacidad, trae aparejada
consigo los distintos fenómenos que pueden generarse debido a esta
incomprensión.
Sin
organizarse, no se puede avanzar.
Los
problemas de Puerto Iguazú, tienen siempre una doble lectura. Por un lado se
refieren a una cuestión política, la falta de planificación, la falta de
previsión, la ausencia de un Plan Urbano, la pobreza intelectual de los actores
políticos, que pretenden vender una MARAVILLA, pero ocultan la VERDADERA cara improvisada
y marginal de LA CIUDAD; y por el otro, la total falta de sentido comunitario
de sus habitantes. El sentido comunitario solo puede estimularse con el ejemplo
de una buena gestión, de esta manera, el ciudadano puede ver a dónde va el
aporte de sus tasas e impuestos. Sin GESTION POLITICA por parte de los
funcionarios y sin SENTIDO COMUNITARIO por parte de los CIUDADANOS, podemos
apreciar la realidad que nos toca vivir. Aun así, es evidente que durante
muchos años el PROGRESO acompaño a PUERTO IGUAZU, de forma totalmente
desordenada; la Ciudad, a falta de políticas territoriales, fue esclava de la
voluntad de sus habitantes, crecer, crecer hacia donde se pueda, de cualquier
manera, a cualquier costo.
El
visible caos urbano, nos obliga a la reflexión, pero ni por asomo estamos en vísperas de construir un
debate político sobre como efectivizar el derecho a la tierra, a la vivienda (que
desde 1994 tiene rango constitucional en la Argentina), a la organización, al
ordenamiento territorial, a la planificación urbana.
Históricamente,
los gobernantes, funcionarios y la comunidad en general, se amoldaron a la
clandestinidad, Puerto Iguazú, creció como una Ciudad clandestina, presa de su situación
de ciudad de frontera; su economía, su desarrollo y sus habitantes, se acostumbraron
a la clandestinidad, situación que fue rectora de políticas y de desarrollo, el
progreso, desordenado, pero progreso al fin.
El
problema de la tierra en Puerto Iguazú se resolvió de la manera más "fácil":
no existe como problema, o los gobernantes lo plantean de este modo:
Necesitan
la posibilidad de vender o donar tierras de dominio municipal, convocan a un plebiscito
(lógicamente y con criterio el pueblo se opone), pierden y salen a reprocharle
al mismo pueblo la ausencia de soluciones. Me pregunto, como pueden pretender
vender o donar tierras, con la ausencia de un Plan Urbano y la definición de
los Usos de Suelo? 100 años después de la fundación de la Ciudad, se sigue
construyendo la Ciudad de la misma manera, bajo el reino del caos.
La
intrusión (tema recurrente gracias a la falta de voluntades políticas) según Marcelo
Corti – Café de las Ciudades - es un típico fenómeno de clandestinidad urbana
es la ocupación de terrenos periféricos a las grandes ciudades. Allí se
asientan grupos marginados, en general migrantes internos y externos, o
desplazados de los barrios centrales de la ciudad por distintos motivos. En
épocas de expansión económica, como producto de la gran oportunidad de empleos y servicios que brindan las
ciudades
En
definitiva, la situación de clandestinidad no es solo un problema legal, sino
que implica una concepción política y
técnica sobre el espacio público, sobre el derecho a la ciudad, sobre los límites del derecho de propiedad,
sobre la inclusión y la marginalidad
en las ciudades.
Esto
nos invita a pensar, que nos espera un futuro con muchos problemas, pero en
definitiva, ¿cuál es el problema?
La
parábola del hornero y la almeja. Carmelo Ricot ejemplifica con esta parábola
el cambio de paradigma de la política argentina de vivienda, que bien podría servirnos
de disparador de ideas en este momento:
El
hornero es un pájaro de la pampa argentina, que construye su nido con barro y
ramitas (una especie de horno de barro, muy protegido en su interior
inaccesible, de allí su nombre). Es un ave que tiene muy buena prensa, la gente
lo considera muy simpático y a nadie le molesta que anide en los lugares más
insólitos. Durante la época en que la Argentina era un país con ascenso social
permanente, en las escuelas se daba el ejemplo del hornero como auto
constructor, a la manera de los esforzados inmigrantes que construían sus
casitas durante años con el propio esfuerzo.
Con
la llegada del neoliberalismo, este paradigma cambió por otro; una almeja se
estrella contra los acantilados de Mar del Plata, en la costa atlántica, y se
rompe su caparazón. Desnuda y desprotegida, se pone a llorar en la playa y otra
almeja, de la misma familia (su hermana), la escucha y le pregunta que le pasa.
La almeja accidentada le cuenta su drama y la hermana, solidaria y generosa, le
responde: “No te preocupes, hermanita, mi caparazón es grande y tiene lugar
para los dos, ven a vivir conmigo y no tendrás problemas, y seremos muy felices”.
La almeja de caparazón roto se pone muy contenta por la oferta, y efectivamente
se muda a la caparazón de su hermana, con quien de ahí en adelante vive muchos
años de felicidad (esa extraña e inimaginable felicidad de las almejas).
La moraleja y el chiste del cuento (y el nuevo paradigma de la vivienda en Argentina) es que quien no tiene donde habitar, se puede ir a la concha de su hermana. Esa puede ser la respuesta a la problemática del intrusismo en Puerto Iguazú, ya que ante los hechos de público conocimiento en el Barrio Almirante Brown, se acercaron Policías, Fiscales, Jueces, Funcionarios de Acción Social; pero ¿y el resto?
Si cuando es necesario yo no
cambio, con qué derecho esperaría que otros sí.
Nelson. Mandela
Autor: Arq. Walter Alejandro VERON.
Bibliografía.
Marcelo
Corti Café de las Ciudades 2003
Saskia Sassen: una visita guiada a la Ciudad Global
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